domingo, 31 de mayo de 2009

El manual del buen defeño

Cómo disfrutar los viajes en el metro

  1. Goze la variedad de mujeres que transiten en el metro...

Que van desde rubias exhuberantes, pelirrojas apantallantes y morenas despanpanantes; consienta a su pupila por lo menos una vez durante su viaje, pero recuerde que la mirada no debe sobrepasar y llegar al campo de lo lascivo y, ante todo, hágalo con discreción y mesura, tal y como se disfruta una obra de arte.

Ojo: datos estadísticos recientes, muestran un aumento en la población travesti.

2. Para el freak show, el metro está a su mejor disposición...

Desde el hombre con elefantiasis, hasta el hombre sin piernas; pasando por el hombre con el tumor más grande en el vientre y el individuo con la tripa de fuera. Déjese sorprender por los seres insólitos y curiosos que observará durante su placentero transborde. Todo esto por la módica cantidad de 2 pesitos.

3. Deguste la gran variedad de alimentos que estan a la venta

Si no desayuno, comió, o simplemente busca llenar el huequito en el estómago, puede adquirir las gorditas de nata con graciosos vellos púbicos incrustados, las papitas de contrabando, wafles que provocan septicemia o las congeladas y sandwiches de helado que le causará una diarrea que le hará recoradar el sufrimiento de los mexicas ante la tifoidea. Enfermedades intestinales que se creían erradicadas, pueden resurgir de los alimentos del metro.

4. Dispóngase a captar la diversidad de olores en el aire...

La mutabilidad de los olores dependerá de la linea en la que se encuentre, pero de entre los tantos aromas que podrá percibir se encuentran: axila sudada de albañil, y cola sudada de oficinista( del cual su escencia se intensificará, si su labor es de siete de la mañana a siete de la noche). La mezcolanza de efluvios es interminable. Permítase fortalecer su sentido del olfato, y así apantallar a cualquiera por sus amplios conocimientos.

5. Si necesita estimulación...el metro es la mejor opción!

Suelen decir eso los conocedores de las artes amatorias. Si usted se encuentra en una etapa de sequía, pero de verdad, seco cual desierto del Atacama, puede traladarse hasta la estación del metro Balderas, donde los empujones y apretones lo estimilarán hasta provocarle priapismo. Sin embargo, si lo que quiere es sentir más vigor, entonces dirígase a las estaciones aledañas al metro Zócalo.

Nota: regrese y cheque el dato estadístico del primer punto.

6. ¿Cómo evadir a los vendedores y limosneros del metro?

Suele ser una pregunta tan enigmática como sencilla, puesto que para lograr pasar desapercibido por estos seres fastidiosos, únicamente finga estar disfrutando de un buen coyotito. Esta técnica es infalible y le permitirá viajar sin inconvenientes ni preocupaciones. En caso de no aplicarla y un limosnero salta de la nada, utilize frases como: "cero varo".

Nota: no aplica con los vendedores de discos con sus bocinitas rompe-tímpanos, ya que sería catalogado como un vil pendejazo: no se puede estar tranquilo ante las canciones de Danny Daniel o el choteadísimo tema de Rudo y Cursi.

Fáciles y útlies son los consejos que le he brindado; aplíquelos si de verdad se considera un buen defeño.

P.D. Tacubaya no está:HO-RRI-BLE.

lunes, 4 de mayo de 2009

Inquinas de un anormal

Contemplando los alrededores, me puse a pensar en por qué razón la vida es tan injusta. Tal vez algunos estén satisfechos con su vida, algunos otros, pensarán en que la ésta les ha provísto de algo que en realidad no querían; por ejemplo, los Beatles. Creo que en algún momento de su brillante carrera, en la mente de alguno de esos cuatro individuos nació el pensamiento de no merecer lo que tenían. O Luis Miguel. A lo mejor nunca tuvo la añoranza de ser el artista predilecto de todas las ñoras, y de tirarse a todas esas viejas buenísimas que han participado en alguno de mis ritos onanísticos. Pero volviendo al tema, existen los que cada día, al despertar, le mientan la madre -y con rencor- a la vida; los que en verdad sienten que la existencia les ha negado la fortuna y los momentos de boyante porvenir. Yo pertenezco a ellos y les contaré el porqué.


Ese día era caluroso y el bullicio de la gente era realmente insoportable. De pronto, al agacharme, puder ver esas piernas tan bien tonificadas que quizé levantar la mirada rápidamente para ver si sostenían lo que yo me imaginaba. Así fue. Cabello castaño claro, piel bronceada, ojos color miel, una sonrisa de actríz Hollywoodense, busto generoso, cintura con poder de atracción inigualable y glúteos aguantadores. Me dejó estupéfacto. Y cómo no, si soy bien caliente. En seguida le tomé alcance y le pedí la hora (un recurso estúpido y anticuado, pero eficáz ante una inminente conquista)"2:43", me contestó, mientras me miraba desdeñosamente. Ante tal gesto, procedí a invitarle una chela en la pulcata de la esquina: "La Briosa", lugar al cual accedió a acompañarme sin titubear un instante.


-Y bien... cómo te llamas-, aventuré.

-Suleima- contestó secamente.

"¡ah pa´ nombrecito!", me dije. Pero la cachondez y la morbosidad eran más fuertes que cualquier nombre.

-¿Cuántos años tienes? - pregunté con mirada fija en sus labios.

-19, pero ya casi cumplo 20.

Esa respuesta fue música reconfortante para mis oídos algo llenos de cerumen.

- Qué bien, yo tengo 24- contesté; y claro, mintiéndole. Porque en realidad era un imberbe.


Pasadas las nueve cervezitas yo la veía con más y más pretensión desenfrenada: me la quería coger. Pero ella, a su vez, no se cansaba en invertar pretextos para no aceptar las chelitas que le invitaba. - Tómate otra-, insistia. Pero ella, muy recatada, se abstenía. Por lo tanto, tuve que echar todas las carnes al asador y opté por ser franco en mis intenciones (que es lo que siempre piden las mujeres: "ser sinceros"):

-Mira, la verdad, sólo quiero una calentadita, pero si se puede algo más pues...

No sé si fue el descaro lo que provocó que Suleima saliera a toda prisa de "La Briosa", o tal vez lo que provocó eso fue mi boca insinuante con labio leporino, o mi oreja sin lóbulo derecho; mi diente careado o mi aspecto de indigente.

Todos los rucos, ya con un grado elevado de embriaguez, me observaron y rieron insinuadamente.

Por este tipo de acontecimientos, sigo en la postura de que la vida es demasiado injusta, les da a unos pocos y deja desamparados a millones. Vida: chinga a tu putísima madre.